AULA ANIMAL / PROYECTO DE EDUCACIÓN ANTIESPECISTA / aulaanimal@gmail.com

Un restaurante vegano no permite el uso de leche de vaca

30 Mar 2017

A finales de marzo de 2017 los grandes medios de comunicación (Huffington Post, El Mundo, El País, Público, Antena 3, Tele 5, etc.) publicaban que “un restaurante vegano de Tarragona no deja entrar biberones con leche de vaca”. La capacidad culinaria y la ética de este restaurante quedaron eclipsadas por la polémica deliberadamente generada y que tenía como objetivo ensuciar la imagen del movimiento en defensa de los animales.

Si los medios querían relacionar el veganismo con la intransigencia, la intolerancia y el fanatismo parece que el restaurante El Vergel, se lo había servido en bandeja. Una clienta, cuando iba a entrar al local con su bebé había encontrado en la puerta del establecimiento un cartel que pedía a las madres que no diesen biberón con leche de vaca en el interior del local y ofrecía bebidas para bebés de origen vegetal. Dentro del restaurante vio otros carteles similares. A pesar de todo decidió dar a su bebé un biberón con leche de vaca. Cuando el propietario le llamó la atención ella respondió mostrando su indignación vía Tweeter. El conflicto de las redes sociales se extendió a los medios comerciales de comunicación. La idea en la que giraba el debate era la siguiente: “¿Hay algo más cruel que cerrar las puertas de un establecimiento a una madre y a un bebé?” “¿Hay algo más tirano que imponer tu dieta a un bebé?”

Ángel Martín, el propietario del restaurante, trató de mostrar su postura a través de la misma red social, pero sus mensajes y argumentos solo lograban empeorar la situación. Finalmente se vió obligado a cerrar todas sus cuentas en redes sociales.

En la página de Facebook de Aula Animal compartimos la noticia, y a pesar de que como era previsible  en este espacio los mensajes de apoyo al restaurante eran mayoritarios, también se acusaba al propietario de intolerante. La idea de quienes rechazaban la medida queda reflejada en el comentario que Naida Svenseshe dejó: “Me parece mal pues no puedes pedir tolerancia y que respeten tu decision de ser vegano si no aprendes a respetar tu la del resto ademas que… quizas esa mujer no da el pecho al bebe por que no puede y no por que no quiera y… a ningun vegano se le prohibe la entrada a un restaurante omnivoro donde tambien se puede comer platos veganos …”

Pero, ¿fué Ángel Martín quien no respetó a la madre y a su bebé o fué la madre quien no respetó que Ángel quisiese que su establecimiento estuviese libre de explotación animal? ¿Por qué la madre tuvo que ir a un restaurante vegano y -a pesar de los carteles colocados en el interior y exterior del establecimiento y a pesar de que podía escoger cualquier otro restaurante de la ciudad- decidió dar a su bebé un biberón con leche de otra madre y más tarde inició un ataque al restaurante en las redes sociales?

Rosa Alías respondía lo siguiente: “Yo no soy ni vegetariana ni vegana, pero estoy de acuerdo con el restaurante, es un local privado y tienen sus normas, la madre ya sabia que era un restaurante vegano y es más en la puerta del restaurante tienen una foto que lo explica claramente”.

Otra persona compartía una foto del cartel exterior del restaurante en el que podía leerse lo siguiente: “Mamis y bebés. En este restaurante respetamos a todas las madres, las de todas las especies, por ello aquí podrás amamantar a tu hijo o darle la leche de tus pechos extraída con sacaleches, pero no biberón que contenga leche de vaca o de otro animal no humano. Disponemos de una alternativa vegetal. ¡Pregúntanos! Por favor, colabora cumpliendo esta norma en nuestro establecimiento.”

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No parece el mensaje que dejaría una persona intransigente que pretende imponer nada a los demás. Simplemente parece el mensaje de una persona que se preocupa por todas las madres, sin prejuicios de especie y que pide educadamente que en su establecimiento la gente no lleve a cabo conductas de explotación animal.

Sin embargo, tener razón no es siempre suficiente. A muchas personas les molesta el veganismo, pues supone un cuestionamiento de su forma de vida. Por eso, aprovechan cualquier oportunidad para atacarlo y tratar de desprestigiarlo. Los mismos hechos no hubiesen generado interés si el restaurante no hubiese sido vegano, porque se acepta mayoritariamente que -salvo excepciones extremas- cuando se entra voluntariamente a un lugar privado, hay que aceptar las normas de quien lo gestiona. El problema por tanto es el veganismo, pues es la forma práctica de cuestionar los privilegios que poseemos sobre los animales de otras especies.

El movimiento de derechos animales no supo  o no pudo revertir la noticia en favor de los animales. Quienes querían cuestionar al movimiento animalista lograron su objetivo. El debate giró sobre el carácter totalitario de algunos veganos y sobre los daños causados a la madre y a su bebé. Nadie planteó una perspectiva diferente. Nadie planteó que esa madre estaba reivindicando su derecho a explotar a otra madre en una situación de vulnerabilidad mayor. Nadie mostró que la intención de Ángel Martín era precísamente defender a la madre que se encontraba en peor situación. Y no se hizo porque esa otra madre no es reconocida como tal. En esta sociedad no es un individuo que deba ser respetado, es un producto para servirnos.

En realidad, las organizaciones más influyentes, ni siquiera intentaron reconducir el debate para defender a las vacas. Más bien huyeron del conflicto. Y no es algo de lo que se les pueda culpar, porque era una batalla perdida desde el principio y saben que si quieren defender a los animales deben preservar una imagen pública que ha supuesto mucho esfuerzo construir.

Vivimos en una sociedad que no entiende que alguien pida el mismo respeto para las vacas que el que reconocemos para las humanas y por eso, aunque la medida de El Vergel era sensata, en la práctica se ha vuelto en contra del restaurante y de los animales.

Estas situaciones pueden darse también en nuestra vida cotidiana. Supongamos que en el cumpleaños de la hija pequeña de una familia vegana deciden invitar a sus amigas y amigos. La familia prepara un gran surtido de tapas y una gran tarta vegana. Pero la familia de una de las niñas invitadas decide que su hija no puede comer vegano ni siquiera en una merienda. Y la niña se presenta a la celebración con un bocadillo hecho con carne de cerdo.

Sin duda será una situación absurda porque cualquier persona puede llevar una alimentación vegana tan sana o más que otra no vegana, y aunque no fuera así, a nadie le va a pasar nada por hacer una merienda vegana, o incluso por no merendar. La familia vegana tendrá motivos de sobra para decirle a la otra familia que en la celebración que están organizando no quieren que se sirvan animales como comida. Pero las consecuencias también deberían ser valoradas.

Por muy bien que se explique, el resto de asistentes no va a entender que la familia de una niña impida a otra niña comer su bocadillo y una celebración que puede servir para mostrar que la alimentación vegana puede ser sana y deliciosa a la vez, para todas las edades, puede convertirse en una discusión donde el veganismo aparezca como una fuente de conflicto y una imposición.

Igual que sería difícil de entender que en esta hipotética celebración se hiciese a los invitados quitarse el calzado de cuero, hay gente que no podrá entender que se les niegue la libertad de comer productos de explotación animal en un lugar privado. El problema por tanto es saber situar la línea teniendo en cuenta no solo lo que es más coherente con las ideas antiespecistas, sino también qué actitudes son mejores para los animales en la realidad social en la que vivimos.
Cuando nuestras medidas en favor de los animales afectan a los sectores de la sociedad más vulnerables, especialmente si se trata de bebés, niños o niñas, hay que tener un especial cuidado y ser más flexibles a la hora de establecer límites. A veces, lo más coherente es ser incoherentes.