El documental Live and Let Live, dirigido por Marck Pierschel, comienza con Ria Rehberg explicando que en una clase de historia se planteó la pregunta «¿qué hubiéramos hecho si hubiésemos nacido en una sociedad con esclavos?». Esa pregunta cambiaría su vida. Le hizo darse cuenta de que en la sociedad actual hay una esclavitud evidente, la esclavitud animal y que ella debía luchar contra esta opresión.
Poco después Jack Lindquist, un atleta estadounidense, cuenta que también se hizo vegano por una pregunta que le hizo una amiga: «¿Cuál es la diferencia entre tu perro y un cerdo?» No supo responderla. No encontró una justificación para la explotación de uno y no de otro.
La pregunta también puede utilizarse como respuesta. Cuando al activista por los animales Andrew Kirschner se le plantea el dilema sobre qué haría si se encontrase en una isla desierta, con un cerdo y sin alimentos vegetales que comer, él responde tratando de centrar la reflexión en una situación real: ¿y qué harías tú si vivieses en una ciudad donde tienes la posibilidad de tener una alimentación perfectamente equilibrada sin necesidad de matar a un animal? ¿Dejarías de consumir animales?
Como docentes y familiares tendemos a hacer muchas afirmaciones, pero formulamos pocas preguntas. Nuestro sistema educativo transmite, sin cuestionamiento, el mensaje de que los cerdos, las vacas, los peces, las ovejas, etc. están en el mundo para que los utilicemos. Si esta idea se formulase a modo de pregunta, el alumnado podría llegar a otra conclusión, la suya. ¿Los animales están aquí para que los utilicemos o están para disfrutar de sus propias vidas?
La pregunta es una herramienta fundamental para lograr la reflexión y por tanto la capacidad crítica. ¿Por qué no la utilizamos? ¿Tenemos miedo a que el alumnado cuestione nuestros valores? ¿Tenemos miedo a enfrentarnos a estas preguntas a la vez que las planteamos?