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Métete en el barro

22 Dic 2016

Todos los profesores y todas las profesoras queremos dejar huella en el alumnado. Pero eso no se puede hacer limitándonos estrictamente a nuestra asignatura y por eso asumimos que debemos opinar sobre cuestiones sociales. El problema es que limitarnos a reproducir las posturas que la sociedad ya acepta tampoco es suficiente.

En todos los centros, desde el claustro docente, se apoyan medidas contra el acoso escolar o el racismo. Pero en cuanto nos alejamos de posturas que la sociedad ya acepta, el apoyo y la implicación del profesorado hacia estas actividades disminuye. Incluso en cuestiones en las que se ha avanzado bastante, como la homofobia.

He invitado en varias ocasiones a asociaciones LGTB a participar en mis clases. Cuentan los problemas que les ha supuesto su orientación sexual en el centro educativo, en la familia o en la sociedad. Las profesoras y profesores de los centros siempre han mostrado su apoyo. A veces incluso han asistido a las charlas o talleres con sus propios alumnos. Y en alguna ocasión me han contado que después de la actividad algún alumno se les ha acercado para decirles lo mucho que les había ayudado la experiencia. Se que muchos profesores tratan el tema de la homofobia en el aula, pero aunque creo que es una forma de discriminación mucho más presente en las aulas que el racismo, el porcentaje de profesores que abordan este tema es considerablemente inferior que los que proponen actividades contra el racismo. Uno de los motivos pudiera ser que las familias se sintiesen ofendidas porque «se está fomentando la homosexualidad en sus hijos». Cuestionar el racismo no genera conflictos, cuestionar la homofobia, podría generar, al menos, críticas.

El último día lectivo del año 2016 (esta misma mañana del 22 de Diciembre) lo he cerrado con una charla de Óscar, un chico de Zaragoza de 22 años, que nació con genitales femeninos. Nos ha contado su experiencia. Además de mi, un profesor y dos profesoras han asistido a la charla, con un total de más de 100 alumnos. A mi grupo además, les había puesto el documental «El sexo sentido» unos días antes y habíamos trabajado el tema. Tanto en la charla como en la proyección del video el alumnado había aceptado con total normalidad la postura de respeto a las personas trans y en ambas situaciones han mostrado un gran interés. El profesor y las profesoras  me han dicho que les ha encantado la actividad, y lo decían con sinceridad. Pero aunque el apoyo a estas actividades es mayoritario, las propias actividades siguen siendo minoritarias.

El respeto a la mujer no es diferente. Nunca he oído a ningún profesor cuestionar la igualdad entre hombres y mujeres, pero si nos salimos de ese mensaje, corremos el riesgo de disminuir el interés. Este año, un grupo de alumnas de un instituto público de Zaragoza han propuesto al equipo directivo realizar un concurso de carteles contra la violencia machista el día internacional contra la violencia machista. El equipo directivo (paradójicamente dirigido por una mujer) ha considerado que «toda la violencia debe ser cuestionada por igual, sin importar que sea dirigida al hombre o hacia la mujer». Se alejan así de las posibles críticas del claustro y de las familias ante lo que puede considerarse un mensaje radical. Pero se alejan también de la realidad. Cuando la mujer sufre violencia, suele ser a manos de un hombre. Cuando un hombre sufre violencia también suele ser a manos de un hombre. Y cuando la mujer sufre la violencia, muchas veces es por su condición de mujer. Pero cuando el hombre sufre la violencia, nunca es por su condición de hombre. En España la inmensa mayoría de las denuncias de violación interpuestas en 2016, la denunciante es una mujer. Y la totalidad de las personas que han sido condenadas por violación han sido hombres, incluidas las escasas condenas por violación masculina. Por eso, aunque todas las formas de violencia puedan ser condenables, no todas son iguales. Por eso tiene sentido dedicar un espacio especial a la violencia machista, aunque ello suponga correr el riesgo de afrontar críticas.

Con el tema animal estas situaciones y planteamientos se reproducen y potencian. Ningún profesor tiene miedo a hablar contra «el maltrato animal». Pero con «maltrato animal» nos referimos únicamente al que sufren perros y gatos. Si un profesor considera, por ejemplo, que separar a un cerdo de su madre dos semanas después de nacer, enjaularlo con otros quince lechones para engordarlo, enviarlo al matadero y comérnoslo, también es maltrato animal, ese profesor va a contar con muy pocos apoyos a la hora de trabajar ese tema. Y algunos profesores que sí consideran que es maltrato animal pueden evitar tratar el tema sabiendo que están solos en esta batalla.